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El Ojo Encantado

viernes, 11 de noviembre de 2011

El rincón de las palabras. Pére-Lachaise o el arte de ser enterrado en París.

París, ciudad de la luz. Una ciudad creada para soñar. Cuando paseas por sus calles te invade una sensación extraña, como si fueras el protagonista de una película y todo a tu alrededor se moviera, respirara y existiera sólo para que ese instante fuera perfecto. Nadie queda indiferente a su charme. Y esta embriagadora sensación llega hasta los confines de la ciudad, pasa por sus barrios más glamourosos y por aquellos más pobres, por los parques, los edificios, los cafés, los jardines, los museos, el Sena e incluso los cementerios. ¿Quién podría jamás pensar que pasear entre tumbas podría ser chic? Pues en París lo consiguen. 
Hoy en día cuatro son los camposantos más importantes de la ciudad: Passy al oeste, Montmartre al norte, Montparnasse al sur y el Cementerio del Este, comúnmente llamado Pére-Lachaise. Ésta última es la necrópolis más famosa y la que alberga las tumbas de los personajes más ilustres de la capital francesa. Cientos de personalidades de las ciencias, las artes, la filosofía, la política, la música y la cultura en general descansan en este recinto de 43 hectáreas divididas en 93 áreas. Pero no fue siempre un lugar tan prestigioso.


Cartel informativo junto a mausoleo.



Si echamos un vistazo a la historia veremos que en los primeros años de su creación los parisinos no veían con muy buenos ojos ser sepultados en este lugar. Pero para comprenderlo, empecemos por el principio. Todo comenzó en el siglo XII. En ésta época los vastos terrenos pertenecían al obispo de París. Más tarde, en 1.430, un rico comerciante compra las tierras y hace construir una suntuosa villa que llevaría el nombre de Folie-Regnault (hoy día nombre de una de las calles que componen la necrópolis). A comienzos del siglo XVII los jesuitas se hacen con el terreno. Uno de estos jesuitas era François D'Aix de La Chaise, confesor del rey Luis XIV durante 34 largos años. De ahí procede el nombre popular del lugar, Pére-LaChaise (padre LaChaise).
El cementerio, de estilo neoclásico, fue obra del arquitecto Alexandre Théodore Brongniart, creador de, entre otras muchas obras, el Palacio de la Bolsa. Se basó en la arquitectura de los jardines ingleses, y diseñó el proyecto de los principales ejes del camposanto y monumentos funerarios. Por fin, en 1.804, se inauguró el lugar oficialmente, pero no tuvo la acogida esperada, porque los parisinos más acaudalados no veían con buenos ojos ser enterrados a las afueras de la ciudad y menos aún en un barrio popular y pobre. Es característico de este hecho que 8 años después de ser inaugurado, Pére-Lachaise sólo contaba con 833 tumbas.

Para dar un giro a estas cifras, en 1.817 el alcalde de París decidió transferir allí los restos de Moliere y La Fontaine y las cenizas de los famosos amantes Eloísa y Abelardo. Y parece que dio resultado, porque en 1.830 la cifra de enterrados ascendió hasta los 33.000, y en 1.850 hasta los 70.000.



Una de las calles del cementerio.



Cientos son los nombres con mayúsculas que reposan aquí. Tanto que se ha convertido en lugar de culto para amantes de la historia, la música y el arte en general. Además, es uno de los destinos preferidos de los turistas que se acercan a París, recibiendo cada año a más de dos millones de visitantes.

Mapa turístico en el que se localizan las tumbas de las personalidades más importantes.


 Cada mausoleo, cada tumba, cada cripta esconde su propia historia. Desde la escultura de Victor Noir, cuya figura muestra una erección postmortem y hasta la cual peregrinan miles de mujeres para tocar su miembro (ya descolorido después de tantos restregones) con el fin de mejorar su fertilidad o encontrar marido, hasta la tumba de la estrella del rock Jim Morrison, visitada por miles de fans cada año y cuyos alrededores están plagados de dibujos, pintadas y mensajes para su ídolo muerto. Cientos de historias que son, precisamente eso, otra historia.

Tumba de Victor Noir, cuyas partes nobles brillan más que el resto del bronce oxidado debido al roce continuado.
              
Tumba de Jim Morrison.

Detalle de la tumba de Jim Morrison.


Árbol cercano a la tumba de Jim Morrison, lleno de mensajes de sus fans.

Hoy por hoy dar un paseo por este lugar inspira solemnidad. Pasar junto a las tumbas y pensar que algunas de las mentes más ilustres de los últimos doscientos años se agolpan en esta pequeña ciudad fantasma, hace estremecerte, pero también sientes como si, por un instante, algo de esa grandiosidad pudiera traspasar las fronteras de la muerte para introducirse en tu interior. Aunque después, al cruzar las puertas de salida de Pére-LaChaise, vuelves a darte de bruces con la realidad, y te das cuenta de que sólo fue un sueño.

Ahora, frente a ti, se vuelve a abrir paso majestuosamente París, ciudad de la luz, que te anima a sumergirte en un nuevo sueño.



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