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El Ojo Encantado

jueves, 19 de enero de 2012

El rincón de los relatos.


EL VIAJE

El viento sopla dulcemente por entre las laderas de esa montaña que se alza justo en el centro de la isla. Al horizonte puedo avistar un pequeño velero bailando suavemente con las olas. Es una tarde tranquila, como tranquilos son todos los días en la isla. No llueve nunca; el sol se ha encaprichado de nosotros y cuando las nubes aguardan a que les ceda espacio, él hace caso omiso a su petición. “Éste es mi sitio” dice, “donde la maldad no ocupa lugar, donde la pureza aún sigue manteniéndose intacta, donde la naturaleza respira tranquila sin tener que ser sometida al cáncer que se está apoderando del resto de la humanidad”. “Este lugar es el pulmón del mundo, su mente y su corazón”. Por eso el sol se siente tan a gusto sobre nosotros y se niega a abandonarnos. Las nubes, al escuchar sus palabras, no pueden negar ni una sola de ellas y abandonan el lugar para adentrarse en el ambiente enfermo y atroz que ocupa el resto del mundo.
Nuestra isla es así, el sol tiene razón. Aquí el tiempo se ha paralizado. Se siente tan a gusto entre nosotros, que ha decidido no pasar de largo y quedarse como está, disfrutando de lo que tiene a su alrededor.
Pero, ¿que es lo que realmente tiene esta isla para que hasta los entes más subjetivos e irreales no quieran marcharse de aquí? No lo sé, tal vez sea esa música maravillosa que suena continuamente. No sabemos de donde procede, pero tampoco nos importa. Lo único que sabemos es que  la suave melodía de irreconocibles notas se encuentra día y noche entre nosotros, entre los arboles, entre las flores, entre las piedras, en el mar, en el cielo, en el aire, en la tierra.
Nadie es infeliz en este puesto. Es imposible. Ni siquiera saben lo que esa palabra significa. Simplemente, es algo que no puede ocurrir.
Feeling, emotion, love, is something that I have to feel. I can fly, but I need your wings, I can love, but I want your heart. Estas palabras llenas de significado descansan en el gigantesco arrecife que hay a la entrada de la isla, a escasos metros de la orilla. Lo escribió la primera persona que descubrió este lugar, y lo hizo como recuerdo de lo que sentía justo antes de llegar aquí. Al pasar el tiempo, cada persona que ha ido llegando ha sonreído al leer estas frases, y todas han reconocido haberlas escuchado en su interior durante el viaje.

A continuación, os voy a desvelar un secreto guardado durante siglos en el seno de esta tierra. Se trata de la historia de esa persona, la primera persona que pisó nuestra isla. Escuchad atentos, ya que, puede que después de terminar el relato, alguno de vosotros consiga llegar hasta nosotros. Más adelante comprenderéis el por qué de mis palabras. Solo os pido  que, si hay algo en vuestro interior que no funciona, me escuchéis con muchísima atención. Con eso basta.

Érase una vez una mujer que ansiaba la felicidad, que irradiaba deseos de encontrarla. Quería sentir, quería emocionarse, quería amar. Esa persona deseaba estar junto a alguien, pensaba que la felicidad sólo podía ser posible junto a otra persona. Pero la persona que ella amaba no la correspondía. Esa es la razón por la que decidió dejar su mundo y huir hacia lo desconocido.
Se subió a una pequeña barca con la suficiente comida  para un mes y zarpó sin ningún destino, a ningún lugar. Los días pasaban y aquella mujer seguía en la barca, navegando hacia un futuro incierto, un camino sin retorno, el viaje final. Lo único que sabía era que si conseguía salir con vida de ésta era porque lo que le ocurriría sería lo que le debía ocurrir. Siempre tuvo claro que todo sucede por algo, que nada es cosa del azar. Por eso, sabía que si tomó esa decisión era por algo muy importante que iba a cambiar de raíz su vida. Tal vez una nueva vida, o tal vez la muerte. Cualquiera de las dos opciones sería bien recibida, puesto que era lo que debía ocurrir.
Los días iban pasando,  la comida comenzaba a escasear, pero ella no perdía la esperanza. Su mente estaba todavía atada a la imagen de aquel hombre que la rechazó. Las horas eran muy largas en la barca y sus pensamientos la devoraban como la más cruel de las enfermedades. El agua también empezaba a agotarse y los delirios comenzaron a aparecer. A veces, a la luz del más ardiente sol, le parecía que aquel hombre se encontraba junto a ella, sentado al borde de la barca. Intentaba convencerse a si misma de que era una alucinación, de que la falta de agua le estaba jugando una mala pasada. Al principio las apariciones del hombre eran escasas y muy cortas, pero poco a poco comenzaron a prolongarse y a ser más continuas. A la mujer cada vez se le hacía más difícil contradecirse a si misma y empezó a creer que lo que estaba viendo era cierto.
El hombre le hablaba muy dulcemente, le decía que nunca la rechazó, que siempre estuvo enamorado. Ella le reprochaba el comportamiento que tuvo cuando vivían en la ciudad, pero él no escuchaba, se limitaba a cantar una suave melodía (en efecto, se trataba de la canción que la mujer escribiría posteriormente en el arrecife). Era un sonido como el que el viento hace cuando se cuela por entre las grietas de las piedras, en las cuevas, en la orilla del mar. Era un sonido celestial, tanto que la mujer caía rendida ante tal dulzura a los pies del hombre, quien la levantaba suavemente y continuaba silbando la melodía mientras le acariciaba con ternura el cabello.
 Él le dijo que lo que en realidad estaba buscando ella era el amor, pero no su amor, sino el sentimiento del amor en toda su totalidad. Ella no le entendió.  ¿Qué quería decir con aquello? El hombre le explicó que la razón por la que ella había elegido coger la barca y huir, no era ésa, es decir,  huir, sino todo lo contrario; la razón era que, aunque ella no lo supiera, se había adentrado en el mar en busca de algo.
“¿Pero, que es eso que estoy buscando y que ni yo misma sé?”, preguntó la mujer. El hombre le dijo que era el sentimiento más buscado del mundo, ese que toda persona ansía encontrar y que muy pocas lo consiguen. El amor. Ella le dijo que era él mismo quien le podía dar eso que tanto ansiaba, pero el hombre le explicó que no. “Eso es lo que tu siempre has creído que buscabas, mi amor. Pero de lo que no te has dado cuenta es que lo que buscas no se encuentra en una persona, sino que es algo mucho más complejo. Yo en realidad no soy una persona, yo soy el amor. Ahora llevo el traje de persona porque tu me has querido ver como tal, y cuando estábamos en la ciudad también. Yo no soy un ser humano. Todas aquellas personas que ansían encontrarme, lo hacen pensando en un humano, y es así como aparezco ante ellos, pero en realidad soy mucho más que eso”.
La mujer cada vez estaba más atónita. “¡¿Qué me estás queriendo decir, que todo lo que he vivido contigo ha sido una farsa, y que toda aquella gente que alguna vez se ha enamorado también ha sido engañada?!”. El hombre rió. “No lo entiendes. El amor nunca miente. Lo que ocurre es que se disfraza dependiendo de los ojos que lo miran. Cada persona sueña con el amor de una manera, se lo imagina de una u otra forma. Lo que yo hago es simplemente obedecer las ordenes de vuestro subconsciente”.
 La mujer comenzaba a comprender. “Entonces, si se supone que lo que tu haces es obedecer nuestras ordenes, ¿por qué me cuentas todo esto y no me has dejado seguir con mi antigua vida, a tu lado, sin acabar en medio de la nada, en una barca, sin comida ni agua y medio muerta?” “veo que vas entendiendo, pero aún sigues sin comprender el quid de la cuestión” le respondió el hombre. “No es a vosotros a quien obedezco, sino a vuestro subconsciente. Casi todas las personas buscan algo que piensan que es amor y que su subconsciente así lo entiende. Pero hay solo unas poquísimas personas que tienen la capacidad interior de ver que el amor es mucho más que lo que se siente junto a otra persona. Ellas no lo saben, pero está grabado en su subconsciente. Tú eres una de esas personas. Por eso te hice sufrir tanto en la ciudad; no podía darte lo que superficialmente me estabas pidiendo, porque entonces nunca decidirías comenzar este viaje en busca de algo que, aunque ni tu misma sabías hasta ahora, era lo que debías buscar para completar tu vida, tu existencia”.
Poco a poco la mujer fue comprendiendo lo que aquel ser, el amor, le explicaba. Comenzó a pensar cómo había sido su vida hasta ahora, y se dio cuenta de que el tema del amor había sido algo muy extraño para ella. Siempre había pensado que era un poco rara respecto a este tema, porque veía a las personas de su alrededor que se enamoraban continuamente, que tenían una pareja, y luego otra, y luego otra,... en definitiva, que hacían uso de lo que llamamos el enamoramiento. Pero ella nunca había tenido una relación que hubiera durado más de un mes. Nunca había estado segura de querer a alguien de verdad. Cuando salía con algún chico, siempre veía lo malo de él. Si le gustaba muchísimo un hombre y él no reparaba en ella, le gustaba todavía más; pero si notaba que el hombre empezaba a fijarse, al momento dejaba de interesarle. Por lo tanto era normal que nunca pudiera tener pareja, ya que todo eran trabas en su cabeza. Si se lo comentaba a sus amigas, ellas le decían que era normal que le gustaran los chicos que no le hacían caso, que eso le pasaba a todo el mundo. Pero no, no era sólo eso. Ella sabía que había algo diferente en su cabeza, que no era como las demás personas. No era normal que a sus 29 años no hubiera tenido nuca una relación. Había pensado de todo: si era lesbiana, si debía servir a dios, si de pequeña tuvo algún trauma sexual que le hacía sentir pánico a las relaciones,... Pero se daba cuenta de que ninguna de esas opciones era válida. A ella le gustaban los hombres, le atraían mucho y le gustaría sentirse amada. Pero no lograba entender lo que pasaba por su mente. También se daba cuenta de que le encantaba sentirse amada no sólo por un hombre, sino por todos los que estaban a su alrededor; además, ansiaba que sus amigas la quisiesen muchísimo y que todo el mundo que la conociera sintiese que ella era alguien muy especial. Se sentía muy mal cuando se daba cuenta de que tenía estos pensamientos, porque pensaba que era una egoísta, una egocéntrica que quería acaparar todas las miradas.

Mientras estaba sumida en estos pensamientos, el hombre le dijo: “eso es exactamente lo que no entiendes. No es egocentrismo ni  egoísmo lo que te sucede, lo que pasa es que en esta sociedad es así como nos lo pintan. Lo que a ti te pasa, como ya te he dicho antes, es que eres una de las poquísimas personas que tiene la suerte de tener la capacidad de necesitar encontrar el amor verdadero, el que está por encima de las personas, el amor supremo. Tú tienes los instrumentos necesarios para buscarlo, pero no sabes utilizarlos.  Exactamente para eso has hecho este viaje. Al final de él encontrarás lo que estás buscando. Ahora has comenzado a entender el por qué de muchas cosas. En eso consiste el viaje. Es un viaje a tu interior, dedicado a la comprensión de ti misma. No sufras, yo estaré aquí para ayudarte, pero es algo que tú y solo tú debes conseguir. El querer es poder. Y yo estoy seguro de que siempre has querido llegar a comprender lo que pasa por tu mente, pero es ahora cuando ha llegado el momento. Realiza tu viaje.

Al decir estas palabras, el hombre desapareció. La mujer pensó que no tardaría mucho en volver a verle, pero comenzó a cambiar de idea en cuanto pasaron algunas horas. Se dio cuenta de que le echaba de menos. Por primera vez en muchos días tuvo la sensación de estar completamente sola. Hasta ahora no es que hubiera gozado de mucha compañía física en la barca, pero este Ser imaginario que se le aparecía llenaba todo el vacío que había en su interior. Ahora que estaban pasando las horas y que aquel hombre no volvía, la mujer comenzó a pensar que, tal vez todo lo que él le había dicho había sido fruto de su imaginación, la de ella misma: “no, no, pero no es posible. Yo no he podido imaginarme todo esto, porque mientras él me hablaba, yo le escuchaba aturdida, todo lo que él me ha dicho era nuevo para mi, así que es imposible que haya salido de mi cabeza. No, ese hombre ha estado aquí conmigo”. Pero después llegaba a la conclusión de que esa opción tampoco era plausible: “¿Cómo va a aparecerme una persona aquí, de la nada, en medio del océano, y desaparecer sin más? Eso no puede ser, creo que el llevar tantos días a la deriva me está trastornando de verdad. Ya es hora de tomar las riendas del viaje y llegar a mi destino”.
 Destino, si, eso es lo que dijo, pero una vez más, llegó a la conclusión de que no tenía ningún lugar al que dirigirse, no sabía qué es lo que quería. De nuevo comenzó a pensar en aquel hombre. Pero, se quedó asombrada cuando cayó en la conclusión de que ya no pensaba en él como en el hombre que dejó en tierra, sino como el ente que la había acompañado y aconsejado durante días en esa barca. Y sin ni siquiera pensarlo, había desterrado de su mente al primero. Por fin lo había conseguido, pensó. Y reparó en que, en realidad, ése era el fin último de su viaje: el olvidar a aquel hombre que tanto daño le había hecho en tierra. Bien. Ya estaba. Ya lo había superado. Entonces, ¿por qué todavía sentía que le quedaba algo por resolver? No quería volver. No sabía realmente lo que quería, pero desde luego, volver no era una opción.

En ese momento, vislumbró algo en el agua. Al principio se asustó, porque pensaba que tal vez podría ser un tiburón. Pero, suspiró aliviada al ver que se trataba de un delfín. Era muy gracioso. Se notaba que era joven, porque transmitía mucha vitalidad. Ella se alegró de tener compañía, ya que hacía varios días que el ente no había vuelto a aparecer. Se acercó al animal y comenzó a acariciarle. Pero... cual sería su sorpresa cuando, al mirarle fijamente a los ojos, sintió algo muy familiar en su interior. Era como si le conociera. No sabía cómo expresarlo. Colocó sus manos sobre la cabeza del delfín, y cerró los ojos. Fue algo instintivo. Al instante escuchó: “¿ves como ya puedes ver más allá de tus ojos? Ése es uno de los pasos más importantes en tu viaje hacia la verdad. Lo estás haciendo muy bien. Te has dado cuenta de que el objetivo por el que creías haberte embarcado no es realmente el que tu pensabas. Ya has desterrado esa idea. El pasado ha quedado atrás. Muy bien. Ahora solo queda mirar en tu interior y escuchar lo que necesitas. Si logras escucharte, tu viaje entrará en su recta final. Es lo más bello y lo más difícil a la vez. Conócete a ti misma, y conocerás el mundo. Continúa navegando por el sendero de la verdad y descubrirás el amor, el verdadero amor”. “Bien, ahora he comprendido que realmente eres algo o alguien muy importante, ya que te puedes convertir en hombre y animal, y seguro que en muchas cosas más. Pero, entonces, ¿eres dios? Porque no puedes ser nadie sino él. Siempre he tenido mis dudas sobre la religión, ha habido momentos en los que he sido creyente, y otros en los que he echado toda creencia por la borda. Pero, después de haberte conocido, tendré que admitir que eres dios, ¿no es verdad?”

 La mujer, por primera vez, hablaba con el ser de una manera directa, sincera, creyendo realmente lo que veía y decía. Ya no pensaba que todo lo que le estaba sucediendo era producto de la locura producida por el viaje, sino que estaba segura de que ese ser existía y que se le aparecía porque quería enseñarle algo muy importante sobre la vida.

 “¿Dios? Esa palabra no me gusta demasiado, ya que durante la historia ha tomado un cariz demasiado distorsionado. Cada uno ha utilizado ese nombre con propósitos muy diversos y esto ha ocasionado muchísimas guerras entre personas, países, etnias y religiones. Yo jamás he pretendido que se derramara sangre a mi costa y eso demuestra que la gente realmente no ha entendido nada. Por lo tanto, no me gusta que utilicen el nombre de Dios para denominarme. Aunque, debo decir, que no todo el mundo es igual. Ya te dije anteriormente que unas pocas personas sí son capaces de saber lo que es el amor verdadero, la verdad de la vida. Pues bien, esas personas jamás me han llamado por ese nombre. Han utilizado otros nominativos, como por ejemplo, voz interior, universo, vida, destino, espíritu superior, e incluso AMOR, todo ello dependiendo de distintos factores, como pueden ser el lugar o el momento en el que me han conocido. Pero lo realmente importante es que, esos nombres no tienen un significado extra impreso; con esto me refiero a que expresan realmente lo que soy, y no lo que el hombre durante toda la historia ha ido añadiendo y distorsionando a mi persona. Yo soy parte de todos vosotros, no soy más ni menos. Soy la energía que fluye por vuestro interior, y no un ente que os ordena lo que debéis hacer y lo que no. Yo no castigo, sino que comprendo y escucho. Para mi no hay acciones equivocadas, sino opciones diversas”.
La mujer lo escuchaba atentamente, pero ya no lo hacía sorprendida y aturdida, sino que entendía completamente todo y,  a cada palabra, se le habría más y más la mente. Las cosas comenzaban a tener sentido. Por primera vez en su vida se dio cuenta de que, tal vez era ella misma la que llevaba las riendas; de que tal vez, no debía tenerle miedo a nada; de que, tal vez, ella era su propio dios, y que nada ni nadie podría tener poder sobre ella. A cada palabra del ser, se hacía más y más fuerte. Comenzó a sentir una paz como nunca antes había sentido. Comenzó a pensar que su vida por fin podría tener sentido, ya que, era ella y nadie más la que la guiaba, y por tanto, se suponía que podría hacer lo que quisiera. Tuvo una sensación de confianza  en sí misma desconocida hasta  ahora. Sintió cierto orgullo; sí, eso es, se sintió orgullosa de ser quien era. Nunca antes le había sucedido. Se sintió fuerte, vio que había sido capaz de adentrarse en un mar completamente desconocido y dejarse llevar a la deriva, cosa que no haría cualquier persona. Sí, es verdad que en un principio lo hizo como válvula de escape o como suicidio anunciado. O eso creía ella. Pero ahora, después de conocer al ser y escuchar sus palabras, estaba cada vez más segura de que algo en su interior le hizo tomar esa decisión para así despertar del sueño en el que había vivido durante toda su vida y descubrir la realidad; realidad, que, por otra parte, parecía mucho más bella que el sueño que había creado. Sí, por fin comenzaba a abrir sus ojos, por fin.
Pero, al abrirlos también literalmente, se dio cuenta de que el delfín ya no estaba. Había desaparecido. No obstante, esta vez no se sintió triste ni abandonada. No, esta vez lo había comprendido. Él estaba dentro de ella, y podría tomar la imagen de lo que quisiera, o simplemente hablar con su interior, ya que él vivía allí. Lo tenía así de cerca. Dentro. Así que, si hablaba con ella misma, eso quería decir, que estaría hablando también con su nuevo amigo.
 “Pero, espera un momento; ¿qué es lo que me dijo antes, que si lograba hablar conmigo misma estaría entrando en la recta final del trayecto, no? Entonces, si se supone que él está en mi interior, y hasta ahora he estado hablando con él, en realidad he estado hablando todo este tiempo también conmigo misma, ¿no es cierto?”. En ese momento se oyó una voz muy profunda, que no provenía de ningún lugar. Simplemente, se escuchaba. Ya no eran precisas las imágenes de personas, animales o plantas. La mujer por fin había comprendido todo.
“¡Muy bien, lo has conseguido! Me siento muy orgulloso de ti. Has descubierto la verdad y lo has hecho tú sola, tal y como te dije. Has llegado al final del viaje. Ahora disfruta de tu vida, de tu verdadera vida, aquella que realmente quieres vivir, aquella en la que tú eres tu único rey, aquella en la que tú elegirás siempre lo mejor para ti. Porque tú eres lo más importante del mundo. Eres maravillosa y tu vida será maravillosa de aquí en adelante, si quieres que lo sea así. Y recuerda que siempre que hables con tu interior tanto yo como tu responderemos juntos, porque somos solo uno. No lo olvides jamás”.
Mientras escuchaba, miró hacia el frente y se quedó perpleja. Se divisaba tierra firme a pocos metros de donde estaba. Pero, ¿cómo no lo había visto antes? “Ahhh..., vale..., ya lo comprendo; es ahora cuando el sendero de la verdad ha llegado a su fin, y por lo tanto, cuando la barca puede volver a tocar tierra”. Todo parecía una metáfora  increíble y maravillosa. Pero, realmente, estaba ocurriendo.
Se dejó arrastrar por la marea hasta la  orilla. Una vez allí, descendió  como pudo, ya que sus huesos y músculos estaban resentidos después de un viaje de tales características. Posó la barca en un lugar seguro y se tumbó en la arena. Durmió durante dos días con sus respectivas noches. Al despertar era otra persona.  Había recuperado las fuerzas. Pero no penséis que creyó que todo lo que le había sucedido fue un sueño. No. Era completamente consciente de cuanto había experimentado durante el viaje. Sentía  una paz interior increíble. Ya no existía rencor ni rabia en su interior. Solo amor.

Ese era el aprendizaje al que se refería el ser. El descubrimiento del verdadero amor. Y ella lo había conseguido. La isla en la que se posó la barca transmitía exactamente eso. Se sentía inundada de felicidad. Era un lugar maravilloso. La naturaleza parecía hablarle; le decía que ese era su sitio, que desde aquel momento en adelante su felicidad estaría completa si residía allí. Y ella lo sentía así.  El murmullo de las olas, el tacto de los rayos del sol rozando su piel, el canto de los miles de pájaros que revoloteaban alegres por un cielo azul intenso, las cascadas, riachuelos y lagos que vestían de esmeralda el interior del islote, el verde que inundaba cada rincón del lugar,... Definitivamente, era el paraíso. Y ella lo había encontrado. Una vez que logró encontrar la paz interior, exteriormente sucedió exactamente lo mismo.
Según cuenta la leyenda, esa fue la primera persona que llegó a nuestra isla. Y esa es su historia. Desde aquel momento, con el paso de los años, otras personas hemos ido llegando hasta el lugar. Cada una tenemos nuestra propia historia, nuestro propio viaje. Pero todos, absolutamente todos los que vivimos aquí, hemos comprendido la verdad del amor, del verdadero amor.

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